GLEN RÜBSAMEN
Investiga acerca de los componentes visuales de un paisaje que él define como “Post-Natural”. Imágenes que simulan a la naturaleza, pero que son algo más, un “territorio incierto” en el que se muestra una vegetación feroz a la vez que moribunda, así como la confusión de los despojos urbanos mediante elementos pictóricos que incluyen diferentes especies de cactus, farolas, cámaras de vigilancia o palmeras junto a fragmentos arquitectónicos pintados, todos ellos, a contraluz ante puestas de sol extremadamente psicodélicas. Las obras de Rubsamen plantean una actitud completamente novedosa hacia la pintura de paisaje, una actitud que toma muy en cuenta “El Final de la Naturaleza”, la completa pérdida de cualquier distinción entre lo hecho por el hombre y lo natural. Ante sus obras tomamos conciencia de que nada de lo que nos rodea puede ser tomado como certero. Pero el artista nos recuerda, sin embargo, que esa pérdida de la Naturaleza no significa el final de la belleza natural. De hecho, y del mismo modo que la polución muestra atardeceres espectaculares, podrían aparecer nuevas e inimaginables formas de lo bello. Las obras de Glen Rubsamen, en su apariencia más exterior parecen fotografías pero pronto se revelan como pinturas. Superado el primer engaño, se perciben elementos naturales (palmeras, coníferas, enormes arbustos y cactus) propias del paisaje costero de California que se cruzan en su camino vertical con elementos no naturales, apéndices de la tele-sociedad de consumo (antenas, farolas, semáforos o cámaras de vigilancia). Mirando más de cerca se ve la simplicidad de una pintura basada en el color que, con la excusa del contraluz, rellena unas figuras recortadas, siempre ensombrecidas y planas, sobre atardeceres que son una sencilla gradación cromática. El efecto verista funciona pero, tras desprenderse de él, las figuraciones se tornan abstractas y, cuando uno vuelve a mirar, la obra ha vuelto a cambiar.
En este caso, tres palmeras, tomadas desde un punto de vista bajo, se alzan ante una puesta de sol. El color anaranjado- rosáceo del cielo inunda casi la totalidad del cuadro, cortado por las tres palmeras verticales que, en la zona inferior se mezclan con mobiliario urbano pues el artista incluye una farola. Todo visto a contraluz.